Amárrate alma mía; sujétate a esta mármol,
Sebastián de su tronco, con cuantas cintas pueda
ofrecerte en Valencia la lluvia que te empapa,
Amárate a este palo, alma Ulises, y escucha
-desde donde la plaza proclama su equilibrio-
el rugido de bronce que la piedra sostiene.
miércoles, 21 de abril de 2010
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